miércoles, 19 de abril de 2017

¿Dónde estoy en la Pirádime de Maslow?

Hoy el tema que voy a tratar habla de Maslow, un hombre que creó una pirámide para valorar las diferentes necesidades del ser humano en la cual la base la forman las necesidades básicas (comer, beber, dormir, respirar...) y la cúspide la forma la autorrealización. La pirámide es esta: 

Ahora viene lo interesante. Si yo tuviese que medir mi nivel de autorrealización con esta pirámide, ¿dónde estaría? Pues si tengo que ser sincera, estaría entre los dos últimos bloques, entre el reconocimiento y la autorrealización. 

¿Por qué digo esto? Pues veréis, pienso que tengo reconocimiento, propio y externo, ya que estoy agusto con lo que hago y reconozco que lo hago bien y otros también lo hacen, y tengo confianza en mi persona. Además, considero que tengo un mínimo de respeto por la sociedad. Pero cuando leo lo que conlleva la autorrealización de Maslow, no tengo todos los requisitos.
Me considero autorrealizada al pensar en mi creatividad para escribir, mi moralidad la cual no dejo de seguir, y la espontaneidad que me caracteriza como persona. Sin olvidar, claro está, la falta de prejuicios que considero que tengo.


Sin embargo, a la hora de resolución de problemas no poseo las habilidades necesarias para saber resolver todos. Alguna vez me ha pasado que me he quedado bloqueada frente a un problema o he necesitado ayuda para resolverlo. 

También tengo que añadir que a la hora de aceptar ciertas cosas mi cerebro tarda en procesarlo, sobretodo si se trata de las atrocidades de las que el ser humano es capaz.

Sin más que añadir, voy a dar por finalizada esta reflexión. 

Un saludo,
Gema García Carballo
2º B Bachillerato 

jueves, 13 de abril de 2017

Y yo, ¿cómo aprendo?

Es muy fácil hablar de cómo deberíamos aprender todos día a día y de cómo sería el aprendizaje ideal, pero, en el fondo, cada uno aprende de una manera diferente y, aunque nos cueste admitirlo, es muy difícil cambiar eso. Por eso aquí voy a reflexionar de cómo aprendo yo cada día.


Yo personalmente siempre me he fijado en mi manera de aprender ya que muchas veces me ha acarreado malas consecuencias. Soy una persona que aprende imitando, es decir, a través de aprendizaje social. He sido siempre así, desde bien pequeña. En infantil me sentaron en un grupo de cuatro donde yo tenía a alguien sentado en frente. Él estaba escribiendo con su mano derecha. Claro, desde mi perspectiva, estaba usando la mano que estaba en frente de mi izquierda, por lo que acabé siendo zurda.


Aunque me considero una persona bastante diferente al resto, ya que muchas veces me he encontrado llevando la contraria a la sociedad, tengo que admitir que aprendo a base de ver algo realizado por otra persona, o por mí persona. Me refiero a esto: si me imagino haciendo algo (actuando de manera determinada o realizando cierto papel teatral), a la hora de representarlo me limito a improvisar mientras imito esa imagen que tengo de mi propia persona representando dicha escena. Es aprendizaje social pero interior, por así decirlo.


También puedo utilizar el mismo concepto de aprendizaje social para otros momentos de mi vida como cuando aprendí a tocar la guitarra, que por cierto, aprendí a tocarla con la derecha aun siendo zurda porque imitaba a mi profesor sentado a mi lado. También se puede decir lo mismo de cuando tomé clases de danza o de cuando aprendí a dibujar (teniendo a la profesora  o al dibujo a imitar en frente de mí, claro).


Sin embargo, a la hora de temas personales o a la hora de escribir una novela o un relato, no imito a nadie. Simplemente dejo que mi mente fluya y me diga qué es lo que tengo que hacer. Ahí, el aprendizaje social deja paso a la imaginación que siempre me ha caracterizado desde pequeña. También se debe a que no estoy aprendiendo a escribir, sino que escribo. Entonces el aprendizaje social no tiene cabida en ese sentido.


Creo que con eso dejo claro que mi forma de aprender se basa en el aprendizaje a base de imitación, traiga las consecuencias que traiga. De dichas consecuencias no he hablado mucho, pero no hay más que ver cómo se le queda la mano a un zurdo tras escribir con un bolígrafo.


Sin más dilación, me despido.
Un cordial saludo,
Gema García Carballo
2ºB Bachillerato.